Después de aquel intenso beso, a la salida del metro, Tomás (que es como se llamaba el muchacho), acudió a su entrevista, y como en muchas otras, al final de la misma le señalaron que de tener novedades, le llamarían.
Por su parte, Teresa (que era el nombre de la joven), llegó a su presentación justo a tiempo, y fue elogiada por la pasión con que trató el tema. Nadie sabía que en realidad, esa pasión obedecía a la posibilidad de volver a tener una cita con aquel encantador joven.
Esa tarde, Tomás llamó a Teresa. El dulce sabor de sus labios, y el fresco aroma de su perfume, estuvo revoloteando en su mente durante toda la jornada. Ella, sospechando que la llamada era del joven misterioso, dejó timbrar dos veces el teléfono, y contestó a la tercera.
- ¡Aló!
- ¡Hola!, soy Tomás. Tal vez mi nombre no te diga nada, pero soy el de la mañana.
- ¡Mmmmm... Creo que sé quien eres!... Manifestó ella, al momento que soltó una sonora carcajada...
- Te llamaba para invitarte cenar... ¿Te apetece?.
- ¡Suena interesante!, señaló ella, al momento en que pensaba qué vestiría para la ocasión.
- ¡Perfecto! - Señaló él, y agregó: Nos reunimos a las 7 en "La Boheme", ¿lo conoces?.
- Queda cerca de mi casa - Señaló ella.
- Allá te espero.
Completamente ilusionado por la cita, simplemente colgó, sin siquiera despedirse (ni preguntar su nombre). "La Boheme" era un antiguo restaurant de comida francesa, en el que sus padres se habían comprometido. Tal vez, una cita en el lugar sería el comienzo de algo perduradero.
Teresa revisó en su closet, y lo primero que expresó fue: ¿Qué vestiré?... Conociendo el restaurant, y por la manera en que él vestía por la mañana, lo más indicado sería un vestido negro - Pensó.
Obviamente la lencería debía ser acorde al vestuario, y el perfume también. Puso atención en los detalles, debía ser una noche especial.
Por su parte él decidió usar una camisa algo más olgada, conservar el ambo de la mañana, pantalón de tela y calzado acorde.
Ambos se toparon en la puerta de entrada; previamente él había reservado una mesa, junto a una ventana. abrieron la noche con un vino blanco, y para cenar pidieron la especialidad de la casa "Coq au vin". Parecía no ser un plato adecuado para una primera cita, pero aunque les hubieran servido coles y ají, les habría dado lo mismo.
Él tomó la mano de ella y le confesó que no podía dejar de pensar en el beso de la mañana. Ella se sonrojó, y le dedicó una dulce mirada. Para cuando se dieron cuenta, tenían tomadas ambas manos y se miraban como si no hubiera nadie más a su alrededor...
Charlaron largo rato y luego él la acompañó a su casa. Él volvió a tomarla por la cintura, pero esta vez sin prisa. La miró a los ojos, se acercó lentamente y le dio un sutil y duradero beso. Ella lo abrazó y el beso pasó de sutil a efusivo... Ingresaron a la casa y ella lo condujo al living... Los besos aumentaron su intensidad.
Una a una las prendas de vestir comenzaron a caer por el piso. Él besaba apasionadamente su cuello y ella sentía arder su sangre... La pasión era intensa, y la noche aún era joven; tan joven como ellos.
Cayó la última prenda; sus cuerpos ya estaban ansiosos, pero a pesar de ello, iban con calma. Querían prolongar el momento hasta el amanecer.
Y así los sorprendió el amanecer... Entre besos y caricias, jadeos y respiraciones entrecortadas por la pasión...
Era la primera cita... Y no sería la última... De eso, ambos estaban seguros.