martes, 10 de octubre de 2017

Tinto pasión

Los días de oficina tienen ese algo que aturde y deshace los planes, incluso aquellos que incluyen una noche de pasión o de tiernas caricias.

Eran días de mucho trabajo y desgaste físico, pero también de dulce romance y tiernas palabras. La jornada de él y de ella se interrumpía por un tono familiar, uno pre-programado que definía claramente quién era el que estaba al otro lado de la línea.

Cuando escaseaban las palabras o el tiempo era reducido, un emoticón reemplazaba un beso, una sonrisa o gestos que para ambos tenían un significado especial.

Durante todo el día habían estado amenazándose con propinarse una noche intensa, colmada de esa pasión que tan bien conocían y que de tan solo imaginarla, provocaba la humedad de su sexo; pero la jornada fue compleja y los tiempos no cuadraban. Se hizo de noche y aunque hacía poco que la tarde había llegado a su fin, ambos se prodigaron un beso y se refugiaron entre las sábanas sin otro gesto que un dulce abrazo; abrazo que selló la noche y fue el breve preludio mientras el sueño les vencía.

El amanecer no fue tan distinto. Se abrazaron, se dieron un breve beso y ambos vistieron sus atuendos de oficina. Se despidieron extrañando los placeres que el sueño les había robado, aunque en su fuero interno sabían que no hubiera sido una noche tan intensa como la que se habían prometido…

Durante el día siguieron los mensajes… Un “te quiero” dio pie a un “te amo” y de ahí a prometerse recuperar la noche perdida fue solo un paso. Las horas pasaron sin prisa, como sin prisa llegaron a casa, más bastó solo una mirada para terminar ambos metidos entre las sábanas.

Un beso en los labios, otro en el cuello y ella arqueó su espalda esperando que él pronto la penetrara. No eran necesarios mayores preámbulos, durante todo el día estuvieron imaginando el momento, esperando encontrar al otro dispuesto a concretar lo que la pasión demandara.

Ella esperó por él y sutilmente lo guió al ritmo que demandaba su pasión; en paralelo, él sintió como ella se derramaba y como sus paredes internas presionaban, reduciendo el espacio interior… Un gemido terminó por confirmar que ella había conseguido su orgasmo, mientras él solo estaba a medio camino, mirándola extrañado; jamás se había completado tan rápido. La besó y ella al notar que él seguía con su miembro erecto, tomó aire y pidió cambiar posiciones. Ahora ella llevaba el ritmo del encuentro mientras él solo se dejaba querer.

Fueron intensas arremetidas y cuando ella comenzó a agotarse, él pasó a la ofensiva tomando sus caderas y marcando el ritmo de su pasión, sin dejar de devorar esos pezones que le llamaban a gritos…

Ella se derramó sobre él… Literalmente, un gran flujo líquido corría por su entrepierna y se dispersaba entre sus muslos, mientras estaba pronto a eyacular. Siguió marcando el ritmo del momento, dirigiéndola, tomado de sus caderas y acelerando sus movimientos… Ambos estallaron al unísono, ahogados en un mismo gemido y un orgasmo que les colmó el alma.

La cama estaba húmeda de tanto placer y ellos no dejaban de mirarse a los ojos, de jurarse ese amor puro y orgásmico que tantos años atrás había iniciado. Era hora de una copa de vino, de ese tinto que amodorraba los sentidos y despertaba su lado salvaje una vez más…

Y una vez más sintieron el llamado de la pasión. Tras lograr aplacar sus ansias, se durmieron esperando que el amanecer les otorgara nuevos instantes únicos e irrepetibles…