Elisa creció entre hippies,
aprendiendo lo que era vivir el amor libre y siendo testigo de la intensa
pasión de sus padres... Mientras estuvo con ellos, devoraba libros de romance,
pasión y sexo. Pero su primera experiencia (a los 15 años), distaba mucho de
todo lo que había leído.
Su chico ideal bailaba muy bien,
era atlético, atractivo, besaba intensamente; pero al hacer el amor, se
desesperaba y poco le preocupaba lo que ella sintiera, o si estaba realmente
preparada. Y así conoció a un segundo y un tercero; pero resultaron ser tan
frustrantes como el primero.
En su búsqueda, tres años después
de su primera experiencia, conoció a Miguel; un sujeto mayor. En él, encontró
el placer que buscaba. Era mesurado, tranquilo, tierno, amable; pero en la cama
era intenso y profundamente pasional. Se tomaba sus tiempos, la seducía de
maneras inimaginables; provocando sus pasiones, sin siquiera tocarla. Le enseñó
a disfrutar de algunos “accesorios”; mismos que manejaba con absoluta maestría...
Y algunas cosas más.
De él aprendió mucho; le ayudó a
liberarse, a relajarse, y a sentir en el alma, lo que el cuerpo le comunicaba.
Pero al poco tiempo, él se marchó; le dio a entender que debía forjar su propio
futuro y que a su lado, eso no sería posible. Como último consejo le dijo: “Lo
aprendido, se comparte”
Estando en la universidad,
conoció a Fernando; un “novato”, que le recordó sus primeros amores...
Una tarde, mientras caminaban por el parque, se besaron muy intensamente...
Ella sintió despertar la pasión que se había llevado Miguel.
Esa noche tuvieron un intenso,
pero breve encuentro sexual. Era como los otros chicos, sin lugar a dudas; pero
su corazón latía como el de Miguel y eso, la hizo meditar... Era la hora de
enseñar lo aprendido; siempre y cuando, Fernando estuviese dispuesto a
aprender.
Enfrentar el tema no era fácil.
Fue así que decidió “instruirlo”, sin que él lo notara...
En su siguiente noche le propuso
un juego, del cual no daría muchos detalles. En Fernando estaba el aceptar, y
si confiaba en ella o no... Él se dejó llevar.
Elisa sabía que para obtener lo
que deseaba, primero debía darle a probar algo único. Y de buenas a primeras,
lo ató a una silla... Así, sin preguntas ni palabras... Ella lo soltaría, en
tanto él lo pidiera, pero la curiosidad de Fernando pudo más...
Elisa puso música suave, bajó la
luz y se puso a bailar. Bailaba y le coqueteaba. Al segundo tema se quitó la
blusa, quedando con su brassier a la vista.
Continuó con el baile,
acariciándose con la yema de los dedos... ‘Aquí, por donde han pasado mis
dedos, deseo tus besos, amor’ (le susurró al oído)... Y luego se quitó el
pantalón.
Sonó un tercer tema y ella siguió
describiendo líneas y círculos sobre su piel, sus pechos, muslos y su
entrepierna... Fernando no podía más, pero se contenía... Elisa decidió
soltarlo, y esa noche consiguió estar muy cerca de lo que Miguel le hacía
sentir...
La siguiente noche en que se
encontraron, inventó un segundo juego; y luego un tercero, y así, hasta lograr
lo que buscaba...
Era una noche de viernes, y tras
una salida con los amigos, se fueron a un hotel. Ella ingresó primero a la
ducha, mientras Fernando pedía algo para beber... Él salió de la ducha con la
toalla a la cintura, la que tras un par de pasos dejó caer. La miró a los ojos
y le dio un sutil, pero prolongado beso. La volvió a mirar a los ojos, besó su
cuello y bajó hasta sus desnudos pechos. Los besó sutilmente y describió
círculos con su lengua, hasta conseguir la turgencia de estos. Continuó
bajando, mientras sus manos pasaron a ocupar el lugar que sus labios habían
dejado... Llegó a su entrepierna y sutilmente abrió la flor que tenía en
frente. Con sus dedos despejó el camino y su lengua conquistó ese pequeño y
sutil “botón del infierno”, con que ella comenzó a arder... Besaba y
acariciaba; lamía y sutilmente succionaba... La humedad de Elisa brotaba de
entre sus piernas, pero él se tomaba su tiempo antes de penetrarla... Fue
intenso, pero pausaba su actuar. Hacía un gran esfuerzo para contenerse y
hacerla disfrutar... Ella tuvo un primer orgasmo, pero él se resistía; no
quería acabar aún... La besaba, la acariciaba, la miraba a los ojos, y con ello
parecía decirle que le amaba.
La continuó besando y la poseyó
una vez más, pero esta vez, ubicándose tras ella y tomándola de las caderas...
Tierno, pausado, pero intenso a la vez... Ese segundo orgasmo no se hizo
esperar, y esta vez él derramó su ser en ella... Disfrutando como jamás había
logrado hacerlo antes...
Varias noches más, experimentaron
nuevas forma de placer... Pero Elisa sentía un vacío, que sólo había llenado
Miguel...
Y Miguel regresó. Simplemente se
presentó a su puerta y sin decir nada, se la llevó...