El tiempo pasaba y yo me sumía más entre cables,
monitores, redes y sistemas informáticos. El servicio que prestaba la empresa
consistía en mantenciones de sistemas, reparación de equipos... En fin, todo lo
referente a computadores y sistemas. Dado que los usuarios siempre sufrían
“inconvenientes”, el trabajo era mucho y los técnicos éramos muy pocos; las
horas extras eran bastantes y muy bien remuneradas.
El trabajo me absorbía tanto, que ya casi no tenía vida...
Mi ventana al mundo eran las redes sociales, pero estaba en tantas, que no
atendía bien ninguna... La soledad me abrumaba y un buen día decidí hacer un
viaje a la Patagonia. Recorrer sus fiordos; conocer grandes glaciares
milenarios y todo lo que pudiera ver.
Hice mis averiguaciones y las reservaciones para navegar
desde Puerto Montt, hasta Puerto Natales y regreso... Una semana me vendría
bastante bien, y quien sabe, tal vez conozca a alguien durante el viaje.
Llegué en avión hasta Puerto Montt, un día antes del
zarpe, y así podría recorrer algo de la ciudad; tal vez, comprar algunos
souvenir y ropa típica de la zona, que de seguro me serviría en el viaje.
Mi embarqué fue tranquilo e impresionado por la belleza
del lugar. Me dirigí a mi camarote a esperar la salida, la cual iniciaba un par
de horas más tarde.
Una vez en cubierta, tomé una buena ubicación e
inmortalicé cada momento del viaje... Aparecía una león marino, asomaban las
cámaras; un delfín, se disparaban los flash de las cámaras... Y así, una buena
parte del viaje... Bajé a una de las cubiertas y había un grupo de chicas de mi
edad, parecían no estar acompañadas, pero por las dudas, decidí esperar un
tiempo a prudente distancia...
-
Es una falla del sistema – Decía una.
-
Reinicia el equipo – Decía otra.
-
Tal vez te entró un virus – Decía la última.
Según parecía, las chicas tenían un problema con su equipo
portátil, así es que me animé a dirigirles la palabra y ofrecerles mi ayuda...
Ese fue el primer paso de una entretenida charla, la cual se prolongó por un
par de horas...
Luego vino la cena y ellas se apartaron de mi; por mi
parte me despedí, sabiendo que las volvería a ver durante el viaje...
Para el tercer día, ya había una mejor comunicación con
ellas; incluso me animé a pensar que la más tímida se sentía atraída por mí.
Casualmente me encontré con ella cuando me dirigía a mi camarote; me sonrió, la
miré a los ojos, me acerqué, la tomé por la cintura y le di un beso. Ella se
apartó de mi y me dio una gran bofetada. ¿Qué había pasado? ¿Mal interpreté las
señales?... Mi vergüenza fue tal, que al día siguiente no fui a desayunar. A la
hora de almuerzo me miraban desde lejos y no me volvieron a dirigir la palabra.
La penúltima noche me volví a topar con ella y le pedí
disculpas; en ese momento fue ella quien se aproximó a mi y me dio un dulce,
tierno y sutil beso. El cual correspondí con otro. Terminamos en mi camarote,
viviendo una noche de dulces, tiernas e intensas pasiones. Resultó ser una
chica muy ardiente y sensual, me tenía totalmente extasiado. Su piel era suave
y perfumada, sus labios rojos y carnosos, su mirada dulce y tierna a la vez,
sus cabellos largos, su figura esbelta y su tono de voz, casi angelical... Besé
cada detalle que se cruzó en mi camino, gemimos, jadeamos... Expresamos toda la
energía de nuestros juveniles años...
Pasamos el último día del viaje viviendo nuestros
sentimientos y nuestras pasiones. Intercambiamos nuestros números telefónicos y
nos volvimos a ver en más de una oportunidad...
Con los meses, decidí irme a trabajar a una empresa más cercana
a su domicilio. Y llegó el día especial, en que le pediría matrimonio...