viernes, 3 de octubre de 2014

Viaje a la Patagonia

El tiempo pasaba y yo me sumía más entre cables, monitores, redes y sistemas informáticos. El servicio que prestaba la empresa consistía en mantenciones de sistemas, reparación de equipos... En fin, todo lo referente a computadores y sistemas. Dado que los usuarios siempre sufrían “inconvenientes”, el trabajo era mucho y los técnicos éramos muy pocos; las horas extras eran bastantes y muy bien remuneradas.

El trabajo me absorbía tanto, que ya casi no tenía vida... Mi ventana al mundo eran las redes sociales, pero estaba en tantas, que no atendía bien ninguna... La soledad me abrumaba y un buen día decidí hacer un viaje a la Patagonia. Recorrer sus fiordos; conocer grandes glaciares milenarios y todo lo que pudiera ver.


Hice mis averiguaciones y las reservaciones para navegar desde Puerto Montt, hasta Puerto Natales y regreso... Una semana me vendría bastante bien, y quien sabe, tal vez conozca a alguien durante el viaje.

Llegué en avión hasta Puerto Montt, un día antes del zarpe, y así podría recorrer algo de la ciudad; tal vez, comprar algunos souvenir y ropa típica de la zona, que de seguro me serviría en el viaje.

Mi embarqué fue tranquilo e impresionado por la belleza del lugar. Me dirigí a mi camarote a esperar la salida, la cual iniciaba un par de horas más tarde.


Una vez en cubierta, tomé una buena ubicación e inmortalicé cada momento del viaje... Aparecía una león marino, asomaban las cámaras; un delfín, se disparaban los flash de las cámaras... Y así, una buena parte del viaje... Bajé a una de las cubiertas y había un grupo de chicas de mi edad, parecían no estar acompañadas, pero por las dudas, decidí esperar un tiempo a prudente distancia...

-         Es una falla del sistema – Decía una.
-         Reinicia el equipo – Decía otra.
-         Tal vez te entró un virus – Decía la última.

Según parecía, las chicas tenían un problema con su equipo portátil, así es que me animé a dirigirles la palabra y ofrecerles mi ayuda... Ese fue el primer paso de una entretenida charla, la cual se prolongó por un par de horas...

Luego vino la cena y ellas se apartaron de mi; por mi parte me despedí, sabiendo que las volvería a ver durante el viaje...


Para el tercer día, ya había una mejor comunicación con ellas; incluso me animé a pensar que la más tímida se sentía atraída por mí. Casualmente me encontré con ella cuando me dirigía a mi camarote; me sonrió, la miré a los ojos, me acerqué, la tomé por la cintura y le di un beso. Ella se apartó de mi y me dio una gran bofetada. ¿Qué había pasado? ¿Mal interpreté las señales?... Mi vergüenza fue tal, que al día siguiente no fui a desayunar. A la hora de almuerzo me miraban desde lejos y no me volvieron a dirigir la palabra.

La penúltima noche me volví a topar con ella y le pedí disculpas; en ese momento fue ella quien se aproximó a mi y me dio un dulce, tierno y sutil beso. El cual correspondí con otro. Terminamos en mi camarote, viviendo una noche de dulces, tiernas e intensas pasiones. Resultó ser una chica muy ardiente y sensual, me tenía totalmente extasiado. Su piel era suave y perfumada, sus labios rojos y carnosos, su mirada dulce y tierna a la vez, sus cabellos largos, su figura esbelta y su tono de voz, casi angelical... Besé cada detalle que se cruzó en mi camino, gemimos, jadeamos... Expresamos toda la energía de nuestros juveniles años...


Pasamos el último día del viaje viviendo nuestros sentimientos y nuestras pasiones. Intercambiamos nuestros números telefónicos y nos volvimos a ver en más de una oportunidad...


Con los meses, decidí irme a trabajar a una empresa más cercana a su domicilio. Y llegó el día especial, en que le pediría matrimonio...

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