Aunque dicen que
el tiempo todo lo cura, no podía sacar de su mente ese momento tan
decepcionante, esa primera experiencia amorosa que se llevó su virtud, su
tesoro más preciado, el que generosamente había entregado a alguien que sólo
buscaba sexo, donde ella creía estar recibiendo amor.
Junto a ella
tenía a un muchacho bueno, noble, de dulces sentimientos, pero que
lamentablemente no amaba. No importaba lo que él hiciera; flores, chocolates,
peluches, helados, galletas, cd’s de música, lápices… Nada, nada, nada. Ninguno
de esos dulces y tiernos detalles lograban tocar su corazón; aún tenía presente
aquella noche en que inocentemente se entregó a los brazos de su primer amor.
A pesar de todo,
cierta noche aceptó la invitación a una fiesta en casa de unos amigos. Era
primavera y la noche estaba agradable; se puso un vestido negro y una lencería
nueva que había comprado esa misma tarde, medias, y sus zapatilla regalonas,
unas Converse negras. Él lucía jeans, una remera y unas zapatillas idénticas a
las de ella. Se fueron caminando y mientras hacían el trayecto, él hablaba
bastante (de diversos temas); a pesar de su corta edad, tenía una enormidad de
anécdotas. Uno de esos sucesos ocurrió en el colegio; estando en las duchas,
junto a unos compañeros decidieron salir desnudos al gimnasio, cubrieron sus
cabezas con las toallas y asomaron a toda carrera, para luego regresar a las
duchas y vestirse rápidamente… Hubo un detalle que lo delató, era el único del
grupo que usaba reloj (y no se lo había quitado). Estuvo una semana ayudando a
mantener el aseo del gimnasio.
Ella sonrió con
gran algarabía… Ese día estaba en el gimnasio, y por si fuera poco, una de sus
compañeras había grabado el suceso con su teléfono celular (su secreto mejor
guardado era que ella tenía una copia de ese video). De entre las cosas que recordaba, estaba el hecho de que
el chico del reloj era el más dotado del grupo (incluso, más que su gran amor).
Miró al suelo y una pícara sonrisa se dibujó en su rostro, le miró de reojo mientras
él relataba otras historias, pero ella ya no prestaba atención, sólo pensaba en
que todo ese tiempo tuvo a su lado al chico “súper dotado” y lo había estado
ignorando.
De improviso,
ella le tomó de la mano y luego lo abrazó, quería sentirlo muy cerca, que todos
supieran que era de ella y no iba a ser de nadie más. La noche había comenzado
muy bien y, en su mente, ya maquinaba cómo iba a terminar.
Durante la
fiesta disfrutó cada canción, cada instante, cada una de las cosas que él
relataba; lo abrazaba, sonreía, y en un momento de silencio, tomó su rostro y
le robó un beso (el cual fue correspondido con otro más prolongado e intenso).
Desde ese momento, ya no había nada más en el mundo que distrajera la atención
que el uno mostraba por el otro. No esperaron a que terminara la fiesta, ella
lo llevó a su casa y lo arrastró hasta una bodega que había en el patio trasero
(era el cuarto de costuras de su madre). Tras cerrar la puerta se besaron
apasionadamente y, a medida que avanzaban los minutos, se iban desprendiendo de
sus ropas. Ella deslizó su mano hasta la entrepierna de él y pudo palpar su
hombría, firme y húmeda… Era lo que esperaba encontrar.
La luz de la
luna se colaba por la ventana y hacía resplandecer sus sudorosos cuerpos. En tanto ella
no solo palpaba esa viril hombría, sino que además, la envolvió con sus labios y,
cuando pensó que la noche no podía ser mejor, él tomó la iniciativa; besó desde
su cuello a su vientre y se detuvo en su húmedo sexo. Fue un momento sublime,
único; sus piernas no podían sostenerla y se tendió en el piso, en tanto que él
no detenía sus pasionales besos… y lamidas…
Era una noche
que ella jamás iba a olvidar. No solo
sintió ese hormigueo en su vientre, sino que sintió estremecer sus piernas
hasta no tener fuerzas para moverlas. También su cuerpo parecía no responder;
estaba laxo, pleno, colmado y satisfecho a más no poder.
Tal vez ella no
sentía amor por ese muchacho, pero era un amante único e inigualable que no pensaba
dejar ir así como así; de hecho, solo pensaba en qué usaría para seducirlo y,
tener un próximo encuentro que fuera más intenso... más prolongado… más salvaje
y alocado…
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