martes, 31 de mayo de 2016

Una nueva oportunidad

Aunque dicen que el tiempo todo lo cura, no podía sacar de su mente ese momento tan decepcionante, esa primera experiencia amorosa que se llevó su virtud, su tesoro más preciado, el que generosamente había entregado a alguien que sólo buscaba sexo, donde ella creía estar recibiendo amor.
Junto a ella tenía a un muchacho bueno, noble, de dulces sentimientos, pero que lamentablemente no amaba. No importaba lo que él hiciera; flores, chocolates, peluches, helados, galletas, cd’s de música, lápices… Nada, nada, nada. Ninguno de esos dulces y tiernos detalles lograban tocar su corazón; aún tenía presente aquella noche en que inocentemente se entregó a los brazos de su primer amor.
A pesar de todo, cierta noche aceptó la invitación a una fiesta en casa de unos amigos. Era primavera y la noche estaba agradable; se puso un vestido negro y una lencería nueva que había comprado esa misma tarde, medias, y sus zapatilla regalonas, unas Converse negras. Él lucía jeans, una remera y unas zapatillas idénticas a las de ella. Se fueron caminando y mientras hacían el trayecto, él hablaba bastante (de diversos temas); a pesar de su corta edad, tenía una enormidad de anécdotas. Uno de esos sucesos ocurrió en el colegio; estando en las duchas, junto a unos compañeros decidieron salir desnudos al gimnasio, cubrieron sus cabezas con las toallas y asomaron a toda carrera, para luego regresar a las duchas y vestirse rápidamente… Hubo un detalle que lo delató, era el único del grupo que usaba reloj (y no se lo había quitado). Estuvo una semana ayudando a mantener el aseo del gimnasio.
Ella sonrió con gran algarabía… Ese día estaba en el gimnasio, y por si fuera poco, una de sus compañeras había grabado el suceso con su teléfono celular (su secreto mejor guardado era que ella tenía una copia de ese video). De entre las cosas que recordaba, estaba el hecho de que el chico del reloj era el más dotado del grupo (incluso, más que su gran amor). Miró al suelo y una pícara sonrisa se dibujó en su rostro, le miró de reojo mientras él relataba otras historias, pero ella ya no prestaba atención, sólo pensaba en que todo ese tiempo tuvo a su lado al chico “súper dotado” y lo había estado ignorando.
De improviso, ella le tomó de la mano y luego lo abrazó, quería sentirlo muy cerca, que todos supieran que era de ella y no iba a ser de nadie más. La noche había comenzado muy bien y, en su mente, ya maquinaba cómo iba a terminar.
Durante la fiesta disfrutó cada canción, cada instante, cada una de las cosas que él relataba; lo abrazaba, sonreía, y en un momento de silencio, tomó su rostro y le robó un beso (el cual fue correspondido con otro más prolongado e intenso). Desde ese momento, ya no había nada más en el mundo que distrajera la atención que el uno mostraba por el otro. No esperaron a que terminara la fiesta, ella lo llevó a su casa y lo arrastró hasta una bodega que había en el patio trasero (era el cuarto de costuras de su madre). Tras cerrar la puerta se besaron apasionadamente y, a medida que avanzaban los minutos, se iban desprendiendo de sus ropas. Ella deslizó su mano hasta la entrepierna de él y pudo palpar su hombría, firme y húmeda… Era lo que esperaba encontrar.
La luz de la luna se colaba por la ventana y hacía resplandecer sus sudorosos cuerpos. En tanto ella no solo palpaba esa viril hombría, sino que además, la envolvió con sus labios y, cuando pensó que la noche no podía ser mejor, él tomó la iniciativa; besó desde su cuello a su vientre y se detuvo en su húmedo sexo. Fue un momento sublime, único; sus piernas no podían sostenerla y se tendió en el piso, en tanto que él no detenía sus pasionales besos… y lamidas…
Era una noche que ella jamás iba a olvidar.  No solo sintió ese hormigueo en su vientre, sino que sintió estremecer sus piernas hasta no tener fuerzas para moverlas. También su cuerpo parecía no responder; estaba laxo, pleno, colmado y satisfecho a más no poder.
Tal vez ella no sentía amor por ese muchacho, pero era un amante único e inigualable que no pensaba dejar ir así como así; de hecho, solo pensaba en qué usaría para seducirlo y, tener un próximo encuentro que fuera más intenso... más prolongado… más salvaje y alocado…




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