domingo, 8 de mayo de 2016

¿A dónde vuelan las mariposas?

Era un día de primavera, cuando la pequeña mariposa abrió sus alas por vez primera. Estaba feliz al salir de su capullo; por fin dejaría de arrastrarse y disfrutaría ver el mundo desde una perspectiva diferente.
Esa mañana de primavera, se dedicó a recorrer los alrededores; coloridas flores llamaban su atención, y quería conocerlas a todas. Revoloteaba por aquí y por allá, sin cesar. De pronto sintió en sus alas que el aire se enfriaba, y que ese punto brillante que atravesaba el cielo, comenzaba a ocultarse en el horizonte.
Las flores también sintieron frío y comenzaron a refugiarse cerrando sus pétalos, conservando en su interior el calor del día, pero la joven mariposa no sabía qué hacer; voló hasta su capullo, pero este estaba roto y sus alas le impedían ingresar a él.
¿Dónde irán las mariposas, durante la noche? – Se preguntaba
Y entre todas las vueltas que dio, de pronto apareció aquel punto luminoso que la acompañó durante el día. Se extrañaba que la temperatura siguiera bajando; tal vez si se acercaba, podría sentir su calor. Para cuando la alcanzó había otras mariposas, más pequeñas y de deslustrados colores, que intentaban seducir su luz; pero ella, altanera y orgullosa, aleteó sus brillantes alas y se convirtió en la envidia de todas.
Aunque la temperatura seguía bajando, ella no sentía frío; ese cuerpo luminoso era cálido y no se movía de su lugar, como el otro que había iluminado todo, cuando salió al mundo.
Seguía bajando la temperatura y unos extraños cuerpos cristalinos comenzaron a cubrirlo todo; recuerdo esto – reflexionó- los antiguos lo llamaban lluvia.
Debía buscar refugio pronto – pensó.
Logró descubrir un pequeño orificio por donde pudo aproximarse más a aquella luz. Reposó un poco y sintió su calor. Pero por el mismo orificio se coló la lluvia, la cual comenzó a humedecer la cubierta del foco y este se quemó. La oscuridad era absoluta; por más que revoloteaba la mariposa buscando la salida de ese frío refugio, no lograba encontrarla. Hasta que el frío y el cansancio la vencieron y sucumbió.
El agua mojó sus delicadas alas y borró sus hermosos colores. La mariposa no podía volar y el agua comenzó a cubrirlo todo, hasta que no pudo luchar más.
Al día siguiente unos sujetos abrieron la cubierta del foco, y reemplazaron la bombilla quemada. Cubrieron el agujero por el cual se filtraba el agua y vaciaron la que se había acumulado en el cristal. Junto con el agua cayó la mariposa muerta.
¡Ahora sé a dónde se van las mariposas durante la noche!, dijo el electricista, y se dirigió a reemplazar la bombilla del siguiente farol.


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