Ya no recuerdo cuándo
fue la primera vez que la vi pasar; solo sé que cierta tarde yo estaba
ordenando la vitrina del local, cuando una pequeña joven que pasó trotando,
llamó mi atención. Todas las tardes muchas personas pasaban trotando frente al
local comercial; iban a la costanera a practicar ejercicios, bailar zumba, o
simplemente a trotar.
Yo no acostumbraba
practicar deportes; no lo hice a los 20, y ahora que me aproximaba a los 40,
con algunas lesiones en el cuerpo y un vientre algo abultado, no creí que
pudiera hacerlo, sin embargo, comencé a prestar atención en la gente que pasaba
frente al local; había varios (hombres y mujeres), claramente mayores que yo,
que practicaban deporte regularmente. La idea comenzaba a hacer eco en mi
cabeza, pero estaba el tema del horario; yo salía de mi trabajo a las 21:30
hrs. y a esa hora ya era de noche. Me oía y todo sonaba a excusa, tal vez
realmente yo no quería hacer deporte, aunque lo necesitaba. También estaba el
detalle de esa joven, de unos 35 años, que ondeaba su cabello al viento cuando
salía a trotar; la verdad es que comencé a aprenderme su horario sólo por verla
pasar. Ella tenía una cintura y unas nalgas… ufff!!!!... creo que me estaba
obsesionando, y eso no es bueno, pensé.
Ella era “menudita”;
medía alrededor de 1.55, era delgada, trigueña, de ojos café pálido, cabello
castaño, labios delgados pero bien definidos, con un sutil hendidura en su
mentón (eso me encantaba), su piel era pálida, su cuello era delgado, sus manos
finas y sus dedos no eran delgados ni alargados; cargaba una botella, usaba
ropa ceñida al cuerpo y zapatilla rosadas. A veces usaba un jockey rosa, otras
uno de mezclilla azul y otras sólo llevaba su cabello tomado con un cordón o
cinta.
Inconscientemente
comencé a idear la forma de llamar su atención, claro, si es que la gente “robusta”
llamaba su atención... Durante las tardes me dediqué a dar distintos órdenes a
las vitrinas; combinaba colores (tanto en los productos como en mi vestuario),
a veces limpiaba los vidrios, otras pasaba la aspiradora entre los artículos y
muebles, otras sólo estaba allí, haciendo como que buscaba una nueva forma de
decorar… yo siempre la veía a ella, pero ella parecía no verme. Entonces usé un
viejo recurso, el baile; aunque hacía tiempo que no bailaba, me calzaba mis
audífonos y bailaba mientras arreglaba la vitrina o limpiaba los vidrios. Se
juntaban personas afuera de la tienda, yo los veía de reojo, así es que agregué
unas gafas oscuras a mi atuendo; seguí con esa rutina algunas semanas y pude
notar que algunos días ella se detenía a verme, aunque tal vez lo hacía porque
la gente morbosa que veía al “gordito bailarín” se aglomeraba justo por donde
ella pasaba. No lo sé, solo estaba ahí y cuando yo la veía, ponía más
entusiasmo a mi trabajo…
Pero no todo podía ser
tan bueno; mis bailes y “contorsiones” llegaron a oídos de mi jefe y cierta
tarde en que yo estaba afanado en mi actividad, sentí que golpeaban la vitrina
y con un gesto me indicaban que debía presentarme en la oficina del jefe… Me
hablaron golpeado… “Esto no es un circo, es un trabajo serio en una empresa con
tradición familiar”, me decían… yo solo atinaba a asentir con la cabeza y
callar… fui duramente reprendido y me cambiaron de puesto, me enviaron a la
bodega “a refrescar mis ideas”… Yo sabía que si reclamaba me despedían, así es
que guardé silencio.
Fueron días tristes,
pero como yo disfrutaba de mi trabajo, pronto pasó la pena, aunque no podía
olvidarme de aquella jovencita que me tenía obsesionado… Me decidí a buscarla y
para ello pedí algunos días de vacaciones. Me fui a la costanera y esperé que
apareciera, entonces la seguí a prudente distancia y observé su rutina… Ella daba
un par de vueltas al parque, luego elongaba, se sentaba frente al mar y bebía
el agua de su botella… Al tercer día me armé de valor y mientras ella se bebía
el agua de la botella, me senté cerca de ella y dije “es un precioso atardecer”…
Ella se puso de pie y
se iba cuando le volví a hablar…
-
¡Espera!... Manifesté…
-
Soy el que baila frente a la vitrina de
la tienda “Ensueño”… agregué.
-
Sé que me has visto mientras bailo, yo
te he visto pasar… rematé.
Ella se volteó y
sonrió; me dijo: “te ves más delgado en la vitrina”… yo solté una carcajada y
no supe qué decir, pero rápidamente me puse de pie y me paré frente a ella… luego
dije un montón de cosas que ya ni recuerdo, pero debo haberlas dicho con mucho
sentimiento porque ella me prestó atención en todo momento… Cerré con una
invitación a tomar helado o beber un jugo; ella aceptó el jugo, así es que nos
retiramos a un local cercano. Cruzamos algunas palabras más y le consulté si la
volvería a ver, a lo cual ella respondió con un escueto “tal vez” y una sonrisa…
Efectivamente, nos
volvimos a ver en más de una oportunidad; yo decidí pasar al siguiente nivel y
la invité a salir, fuimos a cenar y luego a bailar… Con el tiempo y a medida
que la relación se fue tornando más seria, la comencé a acompañar a su
departamento; era un departamento pequeño, sencillo, escasamente amoblado, con
algunas plantas cerca de la ventana, algunas alfombras y escasos cuadros en las
paredes.
Cierta tarde, una
inolvidable tarde en que ella me había invitado a beber un té orgánico, la
torpeza de mis manos me hizo voltear su taza en su vestido y mientras ella se
cambiaba, pude ver su espalda reflejada en un espejo que había en su sala…
efectivamente, su piel era pálida y tenía un pequeño lunar junto al hombro
derecho… quise ingresar a su habitación y abrazarla, besarla, hacerla mía y
sentir el tibio abrazo de sus piernas en mis caderas, pero no pude; me quedé
petrificado viendo su reflejo en el espejo.
Cuando ella salió de su
habitación me vio observando el espejo y adivinó que la había estado
observando; su rostro se desfiguró y discretamente me pidió que me retirara,
que se sentía mal y necesitaba estar sola… Me deshice en excusas, elogios,
palabras y más palabras, pero ella enmudeció y me indicó el camino de salida
con su dedo índice.
Ella no contestaba mis
llamadas, ya no pasaba frente a la tienda y aunque intentaba toparme con ella
en la calle, no la veía por ninguna parte.
Cierto día me armé de
valor y fui a su departamento. Ella no estaba, así es que esperé a que llegara.
En tanto apareció comencé a hablar como loro, a decirle que le amaba, que no
podía estar si verla, si sentir el timbre de su voz o la dulzura de su sonrisa,
que admiraba sus bellos ojos y soñaba con sus labios, con besar sutilmente su
cuello mientras la estrechara en mis brazos, con salir a caminar tomados de la
mano, observando la luna, o simplemente sintiendo la brisa de la tarde y ver como
esta despeinaba sus cabellos; le repetí que la amaba, que ella se había clavado
en mi corazón desde la primera vez que la había visto, que ansiaba sentirla,
acariciarla y hacerla sentir mujer, provocar sus ansias y hacerla estremecer.
Ella me miraba y callaba, se sonrojaba y callaba, entonces tomó su llave, entró
a su departamento y cerró la puerta tras de sí…. Me quedé ahí esperando que
saliera; esperé algunos minutos, luego los minutos se convirtieron en horas y
yo sólo atiné a cantar… Sí, canté, canté como jamás había cantado en mi vida,
canté canciones de Bosé, Maná, Luis Miguel, Arjona, Alejandro Fernández,
Vicentico, Montaner, Franco de Vita, Juanes…. En fin… Canté como jamás había
hecho en mi vida… Hasta que salieron los vecinos y me pidieron que me callara,
que entendían que estaba enamorado pero necesitaba clases de canto porque lo
hacía pésimamente mal, que lo sentían por esos artistas, pero yo había matado
sus canciones… De hecho, fueron bien crueles, y no hablaron suavemente, me lo
gritaron en la cara… Yo sentí una sonrisa y solo a eso presté atención; era
ella, era su voz, no podía ser otra… Entonces se abrió la puerta de su
departamento y me hizo pasar…
Ella vestía una camisa
de dormir corta que le cubría hasta un poco más arriba de la rodilla, y una
pequeña bata cuyo cinturón no alcanzó a atar…
Pasé a su departamento
y cuando quise hablar, ella me silenció colocando su dedo índice sobre mis
labios… “Ya has dicho suficiente… o lo has gritado”, manifestó… y una sonrisa
pícara se dibujó en sus labios, entonces me besó.
Su beso fue sutil solo
al principio, luego se volvió apasionado… me dolieron los labios, pero no la
quise soltar, entonces comenzó a desvestirme… yo sentí que estaba en el cielo,
mi alegría no podía ser más completa… pero me equivocaba, la noche recién comenzaba…
Yo sólo conservaba mi
pantalón, ella su camisola, entonces la abracé, besé su hombro derecho y
deslicé la tiras que estorbaban a mis labios. La besé sutilmente, y tras
descubrir su hombro busqué su pecho; este era pequeño, apenas llenaba mi mano.
Su piel era pálida, muy blanca… y pura… su pezón era rosado y estaba sutilmente
erecto, lo mordí suavemente, buscando estimularlo más, entonces ella cargó mi
cabeza contra su pecho y solo atiné a deslizar mi lengua sobre este…
No sé cuánto tiempo
había transcurrido; estábamos desnudos, ella con su mano en mi ser y yo
acariciando su hirsuto vello púbico… Aún no la poseía, no teníamos apuro en
pertenecernos… Yo la seguía besando, sus labios, sus pechos, su vientre… besé
sus piernas mientras mis manos acariciaban sus firmes nalgas… besé su pubis,
mientras ella estimulaba mi simiente… Hasta que por fin nos entregamos el uno
al otro… Sentí su tibieza interior y como se derramaba en mí… nos estremecimos,
jadeamos y luego caímos rendidos, al unísono…
Me dormí sobre su pecho
y ella con su mano sobre mi miembro…
Al amanecer pude
observar con detención cada curva de su ser… Acaricié sutilmente sus nalgas
mientras ella aún dormía… Besé su espalda y la abracé, colmando mi mano con su
pequeño pecho, con su dulce y exquisito pecho izquierdo, entonces besé el
lóbulo de su oreja e instintivamente se apegó a mí…
Noches como esa se
volvieron a repetir, no una, sino que decenas de veces más; mientras nuestro
amor se hacía más fuerte y nos hacíamos más dependientes el uno del otro…
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